El periodista de La Vanguardia Piergiorgio M. Sandri publicó un artículo para el suplemento “Estilos de vida” titulado “Diagnóstico FOMO”. El FOMO es la sensación de ansiedad provocada por la percepción de que te estás perdiendo algo (Fear Of Missing Out). Si cuando estás demasiado tiempo sin comprobar el mail, sin ver qué se dice en Twitter o sin mirar tu móvil te empiezas a poner nervioso, va a ser el FOMO. Parece que los adictos a las redes sociales (que dicen que los hay), empiezan por aquí…
El FOMO no es tanto un término médico como uno de esos acrónimos que se están poniendo de moda. Una palabra más a la lista. Y si se me permite una mirada crítica, es un síntoma de postadolescencia poco superada: no saber disfrutar de lo que tú estés haciendo porque en el móvil estás viendo esas fotazas en Instagram de lo que están haciendo los demás, en Twitter ves ese evento al que te dio pereza ir o esos gintonics que tú no te estás tomando en la terracita de moda. ¿Te parece absurdo? Veamos los números que expone Sandri: hay un 27% de usuarios que lo primero que hacen por la mañana es mirar redes sociales; uno de cada tres internautas controla sus mails antes de las 7:30 de la mañana; miramos el móvil una media de 150 veces al día (cada seis minutos). ¿Te reconoces? Oops…
Lo del temor a no estar dándolo todo en las redes sociales tiene un lado menos jocoso. Empresas que acaban de aterrizar en estos entornos se lanzan a abrir perfiles en casi todas las redes en cuanto descubren que montarlos es gratuito y su manejo no parece difícil… Para luego darse cuenta de que lo complejo es usarlas bien. Y usarlas bien pasa por publicar lo que toca cuando toca, y por escuchar más que por hablar mucho. Como en la vida misma… Directivos que quieren visibilidad e intentan conseguirla tuiteando cada cinco minutos, supuestos “influencers” que fotografían y publican todo lo que se encuentran, aspirantes a modelos incapaces de dejar los selfies un ratito, etc.
Al margen de los problemas de autoestima inherentes al FOMO, nuestra aportación al artículo de Piergiorgio se centró en desdramatizar las redes sociales. Primero, por que no pasa nada por perderte cosas, es evidente, y si eres de los que va usando Facebook cada vez menos, sabes a lo que nos referimos.
Y en segundo lugar, por que además es contraproducente estar demasiado expuesto: publicar constantemente en todas partes lo que hacemos, lo que decimos, lo que pensamos nos va a convertir en unos pelmas infumables, no en seres de una inteligencia admirable y una agudeza envidiada. En Gestión de la Reputación Online, decir demasiado es un camino asfaltado y bien señalizado al desastre. Un flujo frecuente de tweets reducirán tu número de follows (¿has probado a publicar menos?); demasiados updates en Facebook acaban restando interacciones (¿habrás oído hablar de Edgerank, no?) y subir quince fotos seguidas a Instagram es la mejor tus seguidores te obvien. El volumen –bajo- importa, la discreción tiene premio.
Elegir qué publicas y cuándo, decir (o no) con quién te relacionas mejorará tu reputación online: un detalle cada vez más importante para conseguir ese empleo, ese ascenso o ese encargo que te apetece más que 100 likes en una foto. Si prefieres los likes, cuídate el FOMO…
Os recomendamos la lectura del artículo de @Piersandri, y especialmente las aportaciones del siempre interesante Felipe Romero: es un placer compartir página con un ilustre amigo.
Diagnóstico FOMO. Piergiorgio M. Sandri